sábado, 27 de diciembre de 2008

Culto a los Antepasados

En muchas sociedades africanas el culto a los antepasados es el centro de la actividad religiosa. No existe uniformidad en este culto y depende de cada grupo étnico , existiendo multitud de pequeñas variaciones, incluso dentro de un mismo grupo étnico.

Hay, sin embargo, determinadas características que se repiten en la mayoría de las religiones Tradicionales, en relación a este culto a los antepasados. En algunas comunidades, una persona sin descendencia no puede convertirse en un antepasado. en algunos Pueblos, se pone a un recien nacido el nombre de un antepasado para que de esta manera éste siga viviendo en el cuerpo del nuevo descendiente.

Pero un antepasado, que seguirá viviendo junto a su familia, para su protección, puede desaparecer o convertirse en un ser dañino para la familia, si es olvidado y se le deja de venerar. De ahí, que sea deseable tener muchos hijos, ya que así éstos le recordarán y mantendrán las comunicaciones rituales con él y poder así continuar procurando beneficios para sus parientes vivos (salud, larga vida, buenas cosechas, etc.) Los vivos pueden relacionarse con los antepasados a través de los sueños y los adivinos.

Se cree que un antepasado disfruta de ciertos poderes magico-religiosos especiales que pueden ser utilizados para el bien o para el mal de la familia. Se les atribuye cualidades corporales y espirituales. Así, por ejemplo, son invisibles pero puede circunstancialmente pueden hacerse visibles; tienen la capacidad de entrar y poseer a los humanos y animales salvajes; capacidad de consumir comida o bebidas, por lo que es habitual, en muchos Pueblos, en echar al suelo, antes de las comidas, parte de la comida y sobre todo de la bebida que se va a consumir; tienen la capacidad de existir en cualquier parte (especialmente, en urnas que guardan sus restos, en determinados árboles o bosques, etc.). Cuando son olvidados se cree que se enfadan y como castigo traen la desgracia familiar. Para aplacar el enfado, se hace, entonces necesario, realizar determinadas oraciones, ofrendas y rituales.

Gracias a su condición sobrehumana y su proximidad al Creador, los antepasados son considerados a menudo como mediadores entre el Ser Supremo y su los parientes vivos.

No todo el que muere se convierte en un antepasado que continúa viviendo junto a la familia. Para ello, es necesario haber llevado una vida moralmente buena, según las normas morales tradicionales. En algunos Pueblos, el entierro apropiado con ritos fúnebres apropiados es otra condición necesaria para que el difunto permanezca vivo, como antepasado.

En algunas comunidades, se destinan lugares especiales para el culto a los antepasados. Los rituales, no siempre son iguales, y hay comunidades en las que dependen de la posición social del difunto. Entre los Akan de Ghana, como parte de la ceremonia de coronación de un nuevo rey, el candidato talla un taburete qué usará a lo largo de toda su vida. Cuando muere, se tiñe de negro el taburete y se coloca junto a la urna con sus restos en una capilla, desde donde ejercerá como antepasado. Los Zulu, Sotho, Tswana, Thonga, y Shona entre otros tienen sus símbolos que representan a sus antepasados. Los Igbo del sudeste de Nigeria tienen su Okpensi y Ofo así como altares sagrados altares para los antepasados.

En muchas religiones, se celebran fiestas y rituales especiales en honor de los antepasados. Los Akan celebran cada veintiún día los rituales del Adae y anualmente, la fiesta de Odwera . Los Yoruba, cada uno o dos años celebran la fiesta conocida como Egungun.

La influencia de la creencia en la pervivencia del espíritu de los difuntos permanece a menudo incluso en sociedades en las que muchos de sus habitantes hace tiempo que abandonaron sus antiguas creencias, como es el caso de la Medicina Hamer, en la que, a pesar de ser muchos practicantes del Islam, su antiguas creencias tiene una presencia evidente

Sacerdotes o Líderes religiosos

En todas las religiones Tradicionales africanas hay personas especializadas en los asuntos religiosos, dirigentes espirituales. Al igual que sucede en el Cristianismo o en el Islam ellos son los encargados de ejecutar los rituales, de presidir y dirigir las ceremonias. Los colonizadores europeos y los sacerdotes cristianos, les dieron otros nombres : adivinos, hechiceros.

Ellos hacen de intermediarios entre el mundo de los vivos y el mundo de los antepasados. Al igual que en otras religiones, donde se piensa que todo lo que sucede es porque su Dios o Alá lo ha querido, en la religiones africanas, se cree que las dichas y las desgracias son debidas a fuerzas espirituales extrañas a los humanos y difíciles de comprender y controlar por ellos. Y si las malas cosechas o las enfermedades son debidas a esas fuerzas espirituales no es de extrañar que , muchas veces, los sacerdotes aunen en su persona varias profesiones que en otros continentes se ejercen separadamente. Así, es fácil encontrar en muchas sociedades africanas que un sacerdote ejerce también de médico o juez. En algunos Pueblos, esta función es asumida por el jefe de la familia, del clan , de la aldea, etc.

Normalmente, el ejercicio del sacerdocio requiere de un largo aprendizaje, ya que, además de ser el mantenedor de las ideas espirituales y de las tradiciones étnicas, habrá de aprender sobre las técnicas que empleará, sobre plantas y técnicas curativas, etc. Para conocer sobre las fuerzas espirituales que están ejerciendo una influencia negativa sobre una persona, una familia o toda una comunidad el sacerdore recurre a técnicas de adivinación, aunque este término no sea el adecuado, pues no tratan de conocer el futuro sino de entender el presente. Aunque se da el caso de sacerdotes que son hijos de sacerdotes, raramente es un oficio hereditario.

El grado de dominio de estos conocimientos espirituales y técnicos hace que no todos tengan la misma capacidad y por tanto, el mismo reconocimiento social. En algunas comunidades, las sociedades profesionales a las que pertenecen los sacerdotes han llegado a estructurar grados o categorías en la profesión.

Cuando los tiempos son malos y ante la inseguridad del futuro se intercede a los antepasados para que ayuden en cada situación. Cuando los problemas son graves y se desconoce sus causas o no se encuentra soluciones, los creyentes acuden a estos sacerdotes que intentarán ayudarles. Para obtener el favor de los antepasados, el sacerdote les ofrecerá sacrificios y alimentos. Así, para que las cosechas sean abundantes, antes de cazar, pala lograr un embarazo, ... puede que el sacerdote derrame sangre de un animal sobre la tierra, cerveza u otros alimentos que considere que son del agrado del antepasado.

A pesar de que el sacerdote debe ser una persona íntegra moralmente y generosa, se conocen muchos casos de corrupción, en los que el sacerdote ka abusado de su posición para obtener beneficios personales. Para evitar estas situaciones de engaño, algunos Pueblos exigen a los aspirantes el pasar por determinadas pruebas de iniciación; o como en el caso de zimbabwe, los aspirantes, que realizan sus estudios de medium como si se tratara de una carrera universitaria, deben pasar una serie de pruebas realizadas por mediums reconocidos, para la obtención del título que les permitirá ejercer legalmente la profesión.

martes, 16 de diciembre de 2008


Los orígenes de la cultura yoruba

En la región forestal de la franja costera que se extiende entre el Volta y Camerún se asentaron alrededor del siglo V de nuestra era, comunidades rurales que dominaban la técnica del hierro y organizaron una economía agrícola y formas de vida avanzadas y estables. Entre las más importantes estaban las comunidades yoruba, cuyo grupo central, localizado en las regiones de Ife, Ilesha y Ekiti, parece ser el establecimiento más antiguo.
Un movimiento de dispersión protagonizado por los grupos que impusieron su supremacía económica, política y cultural sobre los territorios ocupados por comunidades más débiles condujo, probablemente en el siglo XIII (d.C.), a la formación de los reinos yoruba. Debe resaltarse que la noción de "reino" asociada a las sociedades africanas de tipo tradicional dista de la acepción occidental con que se designa, por ejemplo, al "reino de Luis XIV".
Reinos o estados
Los reinos yoruba, constituidos en los territorios habitados por las comunidades de esa etnia -al sur de la actual Nigeria-, deben a ello su homogeneidad lingüística y cultural y el reconocimiento de sus antepasados fundadores. El esplendor alcanzado por dos de los reinos, Ife y Oyo, se extendió a las tradiciones de los demás reinos y nubló sus propios orígenes.
Hay una cosmogonía basada en el mito de Ife que ubica en la ciudad de Ile-Ife la creación de la Tierra y otra que se levanta sobre el mito de Oyo y atribuye a una migración proveniente del este los orígenes yoruba. Lo cierto es que la vida de estos reinos promovió la difusión de instituciones y prácticas entre sus poblaciones y que la ejecución satisfactoria de complejas funciones -agricultura extensiva, comercio de largas distancias, sistemas de tributación, expansión militar, políticas ciudadanas- fue posible por la existencia de estados bien provistos y debidamente organizados.
Aunque cada rey aspiraba a dejar a su sucesor un reino más extenso, una política tolerante favorecía un clima de intercambio del cual salían culturalmente enriquecidas las comunidades vencedoras y las asimiladas. Dicho intercambio explica, finalmente, la heterogeneidad que se aprecia en la civilización yoruba. Una cultura cuya unidad se realiza a través de la diferencia.
Vida económica
Los estados yoruba tenían por lo general dimensiones modestas. A veces abarcaban una sola ciudad y sus aldeas vecinas. Es una excepción el reino de Oyo, que se extendió a vastos territorios y adquirió status imperial en el siglo XVII. Lo común era una población agrupada en asentamientos compactos en torno a la casa de los reyes y mayores en un área rodeada por una muralla que fijaba sus límites. Tenían recursos provenientes de la agricultura, de cierta actividad extractiva y de la artesanía. Concurrían a mercados locales organizados en días alternos para contrarrestar la competencia entre mercados vecinos. Pero artículos de lujo (oro que fluía a las cortes en forma de tributo, marfil, piezas artísticas, nueces, y otros) eran el objeto principal de un comercio de largas distancias, establecido, por ejemplo, con los estados haussa, de las zonas orientales, cuyos beneficiarios directos eran los estratos más ricos -los reyes y sus cortes, funcionarios, comerciantes y profesionales-. En las comunidades más desarrolladas había esclavos -a causa de crímenes y deudas- que trabajaban como servidores domésticos o como peones agrícolas en las tierras comunales.
Entre los yoruba de las sociedades tradicionales no se practicó el comercio de esclavos. Sin embargo, la historiografía da cuenta de la existencia de un comercio de esclavos que probablemente se inició en el siglo XV bajo el gobierno de los reyes de Benín en los tiempos en que este reino había devenido un estado poderoso y expansionista.
A partir del siglo XVI la trata de esclavos originó una migración forzosa hacia las Américas de las poblaciones africanas y de sus culturas. Un complejo de formas de pensamiento y de civilización de origen yoruba se desarrolló en Brasil, en Cuba y en otros pueblos de las Antillas.
La cosmovisión
Un antiguo mito, que revela cómo se transponen al tiempo mítico las determinaciones del tiempo histórico, supone que de Ife, ciudad sagrada, se dispersaron los nietos de Oduduwa -fundador legendario- y que sus nombres dieron a su vez nombre y origen a la primera generación de estados yoruba: Owu, Ketu, Benín, Illa, Sabe, Popo y Òyó.
La cosmogonía yoruba se basa en la idea de una entidad superior, integrada por tres divinidades, Olofi, Oloddumare y Olorun. La primera de ellas creó el mundo, que inicialmente sólo estaba poblado por santos (orishas). Posteriormente repartió su poder (aché) entre los orishas, que en adelante son los encargados de intervenir en los asuntos humanos y de abogar por los hombres ante Olofi gracias a la mediación del juez supremo o mensajero principal, Obbatalá.
Como en la mayoría de las lenguas del África Negra, "el poder" se expresa entre los yoruba mediante una palabra -aché-que significa "la fuerza", no en el sentido de violencia sino en el de energía vital que engendra una polivalencia de fuerzas y determina desde la integridad física y moral hasta la suerte.
En todas las creaciones culturales del conjunto de sus pueblos está contenida la cosmovisión yoruba. Propia de sociedades donde toda acción es realizada, interpretada y vivida como parte de un todo ontológico orgánico -y no precisamente religioso-, esta cosmología encierra la idea de que el orden de las fuerzas cósmicas puede ser perturbado por acciones inmorales cuyo efecto es desequilibrante y perjudicial para la humanidad, para la naturaleza y para sus autores.
La unidad entre naturaleza y ética constituye en estas culturas una determinación cósmica y consiguientemente un principio para el ejercicio del poder, una condición de su aplicación benéfica. Los cuentos tradicionales de la cultura yoruba entrañan generalmente el castigo para los gobernantes despóticos y para los irreverentes con las fuerzas de la naturaleza.
Vida comunitaria
La noción de fuerza está presente además en el ideal que anima la vida de la comunidad y asimismo, la de cada uno de sus individuos: "Defenderse de toda disminución de su ser, acrecentar su salud, su forma física, la dimensión de sus campos, la magnitud de sus rebaños, el número de sus hijos, de sus mujeres, de sus aldeas" (Ki-Zerbo, 1979).
La comunidad tenía mucho valor en las culturas tradicionales yoruba. Determinaba su concepción de la historia -identificada con la vida del grupo en continuo cambio- y del tiempo -concebido como el tiempo social, vivido por el grupo, que trasciende el tiempo de la persona y que es, a la vez, la dimensión donde el hombre puede y debe entablar incesantemente su lucha contra la decadencia y por el enriquecimiento de su energía vital.
Los yoruba pensaban que a lo largo de la historia vivida por el grupo se acumulaba un aché que se encarnaba en objetos. En calidad de atributos de los orishas, estos objetos se trasmitían desde los ancestros a las comunidades sucesivas a través de sus patriarcas o reyes, intermediarios entre el mundo trascendental y el mundo visible.
Aunque estaban encabezadas por reyes, las comunidades eran dirigidas por consejos de gobierno en los cuales entraban hombres de diversa condición y donde los ancianos gozaban de una dignidad merecida. Las yoruba, como la mayoría de las comunidades tradicionales africanas, eran sociedades de opinión pública, en las cuales la conducta de las autoridades era vigilada, espiada, y las violaciones de los principios que regían la vida comunitaria se denunciaban siempre mediante críticas y rumores verbales persistentes, tan agobiantes que, a la larga, su autor se encontraba en la obligación de explicarse o dimitir.
No debe olvidarse el lugar de las mujeres, cuya autoridad era manifiesta en los límites de la comunidad.
La religión
La religión de las sociedades yorubas tradicionales se caracteriza por el culto a un dios superior y a un conjunto de divinidades intermedias, cuya intervención y voluntad rige la vida humana. Los orishas fueron ancestros que en vida acumularon un poder y un saber sobre las fuerzas naturales y humanas en virtud del cual transitaron un día de la condición de hombres a la de dioses. Cada uno personifica ciertas fuerzas de la naturaleza y se asocia a un culto que obliga a los creyentes a ofrecer alimentos, sacrificios y oraciones para aplacar sus iras y atraerse sus favores.
La religión yoruba está ligada a la noción de familia en el sentido de que cada culto engendra una hermandad religiosa que se deriva justamente del orisha o antepasado común, la cual abarca a los vivos y a los muertos y supera los vínculos de sangre.
Los dioses yoruba recuerdan a los del panteón helénico. Pero aquéllos, en la liturgia, se posesionan de los fieles. En estado de posesión, el dios baila con sus adoradores en complaciente camaradería y a veces habla, adivina, aconseja y profetiza. Entre los más conocidos Orishas se cuentan Elegguá -el dios que abre el camino y que en las casas de África se coloca detrás de las puertas-; Ògún -inventor de la fragua, dios de los minerales y las montañas-; Oxosi -dios de la caza-; Xangó -el Marte de los yoruba, dios del fuego y de la guerra-; Oxún -la diosa del agua dulce, del amor y de toda dulzura-; Yemayá -la reina del mar-.
El arte yoruba
El arte de las comunidades yoruba más antiguas se distinguió por sus creaciones escultóricas, alfareras y ceramistas. Sobresalen los bajorrelieves, las tallas en madera, y las máscaras y cabezas humanas creadas con la técnica del “moldeado a la cera perdida”, celosamente conservadas como herencia divina.
Sin embargo, el lugar preponderante en el arte yoruba lo tiene la música. Aunque como forma de arte tiene una significación autónoma y profana, la música está indisolublemente unida a los cultos religiosos y a la liturgia yoruba.
Lo más característico es el predominio de los tambores y especialmente la presencia de los tambores batá (familia), una creación exclusiva del pueblo yoruba. Es una orquesta de tres tambores -Iyá (madre), Itótele y Okóngolo- percutidos a la vez por tres tamboreros. Para los yoruba "los batás hablan lengua" y cada uno de sus toques -sagrados (toques de batá) o no (toques de bembé)- se inspiran en leyendas atribuidas a los orishas.
A la música de los batá se unen coros y danzas litúrgicas. Los coros secundan a los tambores y las danzas son ejecutadas por bailadores que imitan las fuerzas naturales y los poderes atribuidos a los orishas.
La integridad sonora y sinfónica de los batá (sonoridad vegetal, por la madera de los tambores; animal, por los cueros con que se sujetan y afinan; mineral, por el conjunto de cascabeles y campanillas), unida a las voces humanas, obedece a un criterio mágico por medio del cual los yoruba evocaban la integridad de las potencias cósmicas.

martes, 2 de diciembre de 2008

ORISHAS

Los Orisha
Entre los pueblos africanos de los cuales deviene nuestra religión, Dios es denominado Olodumare (dueño del mundo espiritual), y las fuerzas de la naturaleza por él creadas a las que conocemos como Orishas.
"En África cada orisha estaba originariamente vinculado a una aldea o región. Se trataba de cultos locales que reflejaban la autonomía de muchos pueblos que vivían en economías cerradas, propias del estado tribal. Así dentro del territorio yorubá, se adoraba a lemanja en Ègbà, a Ògún en Òndó y Ekiti, a Shangó en Òyó, a Oshún en Ijesa e Ijebu. Algunos cultos abarcaban toda una región con sus tribus, como los de Obatala y Oduduwa, rey histórico vinculado a la fundación de Ile Ifé y del cual todos los gobernantes yorubá se consideraban descendientes. En buena medida, la posición de los orisha dependía de la historia del grupo social en las que aparecían como protectores". La religión yorubá está íntimamente vinculada a un concepto de familia que comprende el conjunto de vivos y muertos descendientes de un antepasado común. A estos ancestros se les consideraba poseedores de control sobre las fuerzas naturales y conocimiento preciso sobre las propiedades de las plantas, única forma de medicina existente. Esta suma de poder y conocimiento (àshé, pronúnciase ashé) los transformó en orisà (orisha), siendo divinizados. Según la creencia yorubá una enorme crisis emocional puede producir la metamorfosis, "quemando" el ser material del individuo mediante el fuego de la pasión, restando solamente el àshé o poder en forma de energía pura. De manera que el orisha "es una fuerza pura, inmaterial, imperceptible para los seres humanos, excepto cuando se posesiona de uno de ellos".
La palabra Orishá esta ligada a la cabeza (ORI). La cabeza es el contenedor y símbolo visible de la esencia de ORI.
ORI escoge mucho antes de llegar a tierra y ocupar su nuevo hogar (cuerpo)
Òrí - Sobre, encima de
Òri - Comienzo
Orí - Sustantivo con el que el Yorubá en el cotidiano identifica la región del cuerpo que existe sobre los hombros.
Orí - Conciencia de ser superior, el alma, la parte de dios. El más antiguo de los Orishas, según el Odú Irete, el primero en hacer sacrificio para Olodumare.