domingo, 12 de julio de 2009

Àbíkú



Àbíkú
(Nascer-morir)

Si una mujer, en país yòrùbá da a luz una seria de niños fallecidos o fallecidos en edad temprana, la tradición dice que no se trata de la venida al mundo de varios niños diferentes, sino de diversas apariciones de un mismo ser (para ellos, maleficios) llamados Àbíkú (nacer-morir) que se juzga venir al mundo por un breve momento para volver al país de los muertos, órun (cielo), varias veces.
Ellos pasan así su tiempo en ir y volver del cielo para el mundo sin jamás permanecer aquí por mucho tiempo, para gran desespero de sus padres, deseosos de tener a su hijos vivos.
Esta creencia se encuentra entre los Akan, donde la madre es llamada awomawu (ella trae a los niños al mundo para morir). Los ibo llaman a los Àbíkú de ogbanje, los haucas de danwabi y los fanti kossamah.
Encontramos información al respecto de los Àbíkú en otras historias, como en Ifà, sistema adivinatorio de los yorubas, clasificados en 256 odus. Estas historias muestran que los Àbíkú forman sociedades en el egbá órun (cielo), precedidas por iyájansà (la madre se bate y corre) para los niños y olókó (jefe de reunión) para las niñas, y el Aláwaiyé (Rey de Awaiyé) que las llevo al mundo por primera vez en su ciudad de Awayié. Allí se encuentra la floresta sagrada de los Àbíkú, donde los padres de los Àbíkú van a hacer las ofrendas para que ellos estén en el mundo.
Cuando ellos vienen del cielo para la tierra, los Àbíkú pasan los límites del cielo mediante los guardianes de la puerta, oníbodé órun, sus compañeros van con ellos hasta el lugar donde ellos dicen hasta luego. Los que parten declaran el tiempo que van a estar en el mundo y que es lo que harán. Prometen a sus compañeros que no estarán ausentes, esos niños, a pesar de todo el esfuerzo de sus padres, retornarán, para encontrarse con sus amigos en el cielo.
Los Àbíkú pueden estar en el mundo por períodos más o menos largos. Un Àbíkú niña llamada “la muerte, el castigo” declara delante de oníbodé órun que nada de lo que sus padres hagan será capaz de retenerla en el mundo, ni presentes, ni dinero, ni ropas, que le ofrezcan, ni todas las cosas que le gustaría hacer por ella atraerán su mirada, ni le agradarán.
Un Àbíkú niño, llamado ilere, dice que recusará todo alimento y todas las cosas que le quieran dar en el mundo. Él aceptará todo esto en el cielo.
Cuando Aláwaiyé llevo doscientos ochenta Àbíkú al mundo por primera vez, cada uno de ellos tenía declarado, al pasar la barrera del cielo, el tiempo que estarían en el mundo. Uno de ellos se proponía volver al cielo así tuviera visto a su madre; otro, iría esperar hasta el día en que sus padres concibieran un nuevo hijo, uno no esperaría más del día en que empezara a andar.
Otros prometen a iyájansà, que está dirigiendo la sociedad en el cielo, respectivamente, estar en el mundo siete días, o hasta el momento en que comenzase a andar o cuando el comenzase a arrastrarse por el suelo, o cuando comenzase a tener dientes o estar en pie.
Estas historias nos dicen que las ofrendas hechas con conocimiento de causa son capaces de retener en el mundo ese Àbíkú haciéndolo olvidar de sus promesas de volver, rompiendo así el ciclo de sus idas y venidas constantes entre el cielo y la tierra, porque, una vez que el tiempo marcado para volver ya alla pasado, sus compañeros se arriesgan a perder su poder sobre él.
Es así que en estas cuatro historias encontramos ofrenda que permiten un tronco de bananero acompañado de diversas otras cosas. Uno solo de los casos narrados, explica la razón de esas ofrendas: “un cazador que estaba al acecho, en un cruce de los caminos de los Àbíkú, escucho cuales eran las promesas hechas por estos Àbíkú, cuando es la época de su retorno al cielo”.
“Uno de ellos promete que dejará el mundo cuando, el fuego utilizado por su madre para preparar su comida, se apague por falta de combustible. El segundo esperará que el paño que su madre utiliza para cargarlo hasta la costa se rompa. La tercera espera, para morir, el día en que sus padres le digan que es tiempo para casarse y mori con su esposo”.
"El cazador va a visitar a las tres madres en el momento en que ellas están dando a luz a sus hijos Àbíkú y aconseja a la primera que no deje quemar enteramente la leña sobre el pote que cocina las legumbres que ella preparara para su hijo; a la segunda que no deje romper el paño que usa para cargar a su hijo a la costa, que utilice un paño de calidad diferente; a la tercera, que no especifique cuando será la hora, el día en que su hija deba ir para la casa de su marido”.
Las tres madres van, entonces a consultar su suerte, que les recomienda que hagan respectivamente las ofrendas de un tronco de bananero, de una cabra y de un gallo, impidiendo, por medio de este ritual, que los tres Àbíkú puedan mantener su compromiso. Porque, si la primera instala un tronco de bananero en el fuego, destinado a cocinar la comida de su hijo, antes que se apague, el tronco de bananero, lleno de savia y esponjoso, no puede quemar, y el Àbíkú, viendo que un pedazo de leña no se ha consumido por el fuego, dice que el momento de su partida todavía no ha llegado. La piel de la cabra ofrecida por la segunda madre, sirve para reforzar el paño que ella usa para llevar a su hijo a la costa; el niño Àbíkú no va a ver que el paño se rasgo y no va a poder mantener su promesa. No se sabe bien el porqué del ofrecimiento del gallo, pero cuenta la historia que cuando llego la hora de decir a la hija ya una señorita, que ella debería irse para la casa de su marido, los padres no le dijeron nada y la enviaron bruscamente para la casa de él.
Nuestros tres Àbíkú no pudieron mantener la promesa que hicieron, porque las circunstancias que debían anunciar su partida no se realizaron tales como ellos tenían previsto en su declaración delante de oníbodé órun. Estos tres Àbíkú no van a morir más. Ellos seguirán un camino diferente.
Esta historia es comentada con algunos detalles porque ilustra bien el mecanismo de las ofrendas y de su función. No es su lado anecdótico (de leyenda) que nos interesa, pero la tentativa de demostración de que en país yoruba, el destino puede ser modificado, en una cierta medida, cuando ciertos secretos son conocidos.
Entre las ofrendas que los retienen aquí, en la tierra, figuran, en primer plano, las plantas litúrgicas. Cinco de ellas con citadas en estas historias:

- Abíríkolo
- Agídímagbayin
- Ídí
- Ijá àgborin
- Lara pupa

Y dos plantas más son frecuentemente usadas para retener los Àbíkú y que no figuran en estas historias:

- Olobutoje
- Òpá eméré

La ofrenda de estas hojas constituye una especie de mensaje y es acompañada por ofó (encantamientos).

En países yòrùbá, los padres, para proteger a sus hijos Àbíkú e intentar retenerlos en el mundo, pueden dedicarse a ciertas prácticas, tales como hacer pequeñas incisiones en ciertas partes del niño y ahí frotar atin (un polvo negro hecho con ossum, fabas y hojas litúrgicas para este fin) o atar a la cintura del niño un ondè, talismán hecho con el mismo polvo negro, puesto en un saquito de cuero.
La acción protectora buscada en las hojas, expresada en fórmulas de encantamientos, e introducidas en el cuerpo del niño por pequeñas incisiones o fricciones, y aparte el polvo negro, contenido en el saquito de ondè, representa un mensaje no verbal, una especie de apoyo material y permanente del mensaje dirigido por los elementos protectores contra los elementos hostiles, siendo esa la forma de expresión menos efímera que la palabra.
En otra historia, son hechas alusiones a los xaorôs, anillos provistos de cascabeles, usados en los tobillos por los niños Àbíkú, para alejar a los compañeros que intentan venir a buscarlos al mundo y recordarles sus promesas. De hechos sus compañeros no aceptan tan fácilmente la falta de palabra de los Àbíkú, retenidos en el mundo por las ofrendas, encantamientos y talismanes preparados por los padres, de acuerdo con el consejo de los babalawos. No siempre esas precauciones y ofrendes son suficientes para retener a los niños Àbíkú sobre la tierra. Iyájanjàsa es muchas veces más fuerte. Ella no deja obrar lo que las personas hacen para retener y hecha todo a perder lo que las personas tuvieran preparado. Contra los Àbíkú no hay remedios. Iyájanjàsa los traerá a la fuerza para el cielo. Los cuerpos de los Àbíkú que mueren así, son frecuentemente mutilados. A fin de que, digan, ellos pierdan sus atractivos y sus compañeros en el cielo no quieran bromear con ellos, sobre todo para que los espíritus de los Àbíkú, maltratados de este modo, no deseen más venir para el mundo.
Estos niños Àbíkú reciben en su nacimiento, nombres particulares. Algunos de esos nombres son acompañados de saludos tradicionales. Ellos pueden ser clasificados:
-Tener nombres que establezcan su condición de Àbíkú.
-Tener nombres que les aconsejan o les suplican que permanezcan en el mundo.
-Tener indicaciones de que las condiciones para que los Àbíkú vuelvan no son favorables.
-Tener la promesa de buen tratamiento, en caso que ellos se queden en el mundo.
La frecuencia con que se encuentra, en países yòrùbá, estos nombres en adultos o viejos que gozan de buena salud, muestra que muchos Àbíkú están en el mundo gracias, piensan las almas piadosas, a todas esas precauciones, a la acción de Òrúnmìlà, y la intervención de los babalaôs.

Algunos nombres dados a los ÀBÍKÚ

Aiyédùn - la vida es dulce.
Aiyélagbe – Nosotros estamos en el mundo.
Akúji – Lo que está muerto, despierta.
Bánjókó – Siéntate conmigo.
Dúrójaiyé – Estoy para gozar la vida.
Dúróoríìke – Quédate, tú serás mimada.
Èbèlokú – Suplica, para que se quede.
Ilètán – La tierra se acabo (no hay más tierra para enterrarlo).
Kòjékú – No es consciente en morir.
Kòkúmó –No muere más.
Kúmápáyìí –La muerte no lleva a este de aquí.
Omotúndé –El niño volvió.
Tìjúikú –Avergonzado de la muerte (no deja que la muerte te mate).

Historia de IFÁ

- Es preciso cuidar de los Àbíkú, sino ellos vuelven para el cielo.
- Las ofrendas pueden retener a los Àbíkú en el mundo.
- Subterfugios para retener a los Àbíkú en el mundo.
- Mosetán está en el mundo.
- Olóìkó es el jefe de la sociedad de los Àbíkú.
- Asejéjejaiyé está en el mundo, por décima secta vez el viene.
- Los Àbíkú llegan por primera vez en Awaiyé.
- Íyájanjàsá no dejan a los Àbíkú estar en el mundo.

Las ceremonias para los Àbíkú parecen ser poco frecuentes entre los yorubàs, la única asistida por Pierre Verger, la ceremonia fue hecha por la tanyinnon encargada del culto a los dioses protectores de una familia tradicional del barrio Houéta. En una esquina de la pieza principal, ocho estatuas de madera de 20 cm de altura, eran colocadas sobre una banqueta de barro.
Todos vestidos de panós de la misma calidad, mostrando por la uniformidad de sus vestimentas, pertenecer a una misma sociedad (egbé). Seis de estas estatuas representaban a los Àbíkú y las otras dos a Ibeije. Las ofrendas consistían en Oká (pasta de inhame), obèlá (especie de carurú), èkuru (poroto molido y cocinado en hojas), eran dindi, eja dindin (carne y pescado fritos) que, después del prece (plegaria) de tanyinnon y de las ofrendas de parte de esta comida a las estatuas, fueron distribuidas para la asistencia. Una sacerdotisa de Obatalá asistió a la ceremonia subrayando las ligaciones que existen entre los orishas de la creación, las personas de cuerpos mal formados, jorobados, albinos y aquellos cuyo nacimiento es anormal.

Por lo tanto al contrario de lo que muchos hablan, nada tiene que ver con que un niño ya nace “hecho” en santo.

Consideraciones del autor en los tiempos de hoy:
El legado de los antiguos por sus creencias, historias y ritos de sus prácticas religiosas y culturales, se adapta y se aplican en cualquier tiempo, a través de su sabiduría, con mucha propiedad.
En su tiempo, no hay referencias al aborto, sino por el contrario, el esfuerzo por mantener la vida. Por la práctica adivinatoria a través de los bucios, en los días de hoy identificamos a muchos de estos Àbíkú, que percibimos en una segunda instancia, mucho son “criados”, pasan a existir por la injerencia del ser humano a través del aborto, es hasta más simple entender y ver por una óptica y lógica astral/espiritual a la cual simplemente no podemos sacarlo de nuestra mente e inteligencia, o en la peor de las hipótesis, ignorarlas: en el instante en que el óvulo es fecundado por el espermatozoide, esta nueva materia existe ya y provista de alma y espíritu, que los cristianos llaman de “ángel de la guarda” y los yoruba los llaman “orishas”, este fenómeno consta en la teología yoruba, la leyenda de Ajálá, que será comentada.
Cuando la ejecución del aborto propiamente dicho, el ser humano supuestamente, ejerce el “derecho” de eliminar aquel ser; solamente la parte material, el cuerpo, por el creado a través del acto sexual de procreación, matando de forma definitiva al feto. Pero eso que por el no fue creado, alma y espíritu, ¿donde está, para donde va? Este análisis no es hecho o tenido en consideración, ¿acaso habrá consecuencias? Muchas y muy serías, que aquí describiremos con mucha convicción, pautando las más diversas constataciones a través de los consultados, por más de dos décadas, los síntomas pos aborto, la presencia de aquella “figura” que aparece de una forma genética, oriunda de generaciones pasadas, los que son provocados y vuelven ahora en la misma generación, y los que vuelven en nuestros descendientes, y de la forma más imprevisible posible. La gran mayoría de seres que nacen con deformidades, dolencias graves, muertes prematuras… tienen grandes posibilidades de ser Àbíkú fabricados por el hombre.
En los días de hoy, cuando muere un niño todavía nuevo, hay muchas posibilidades de ser un Àbíkú que está volviendo al cielo, bien como persiste la probabilidad de volver en un próximo niño, en la misma generación o en la próxima; cuando un niño está muy enfermo y corre riesgo de vida, puede averiguar si en la familia, ya hubo casos de aborto o muerte prematura, es bien posible.
Las reacciones, más de la madre que de los padres, en caso de aborto, porque muchas veces el padre no está sabiendo y no participa de la decisión, en su vida, en su día a día son sintomáticas: desequilibrio generalizado en la vida personal, en el trabajo, en la casa, los estudios, nada va bien, angustias, depresión, pesimismo, falta de ánimo, aparentemente todo debería estar bien, pero las cosas no van. Es la influencia de aquel “ser”, que contrariando las leyes de la naturaleza fue “físicamente” eliminado, el cual esta gravitando en otro plano próximo a los padres, afectando sus vidas con estos síntomas.
Hasta por una cuestión de justicia, no podrá un Àbíkú que fue “generado” por un familiar, aparecer en otra, que nada tiene que ver con el acto irresponsable de otros, y percibimos que un niño que ya nació deformada de alguna forma, o una dolencia grave con muerte, quien sufre realmente en su plenitud son los padres, porque el dolor interno es mayor que el dolor físico, el niño que ya nació de aquella forma, que no sintió y no saber ser saludable, no percibe y no imagina como se siente alguien normal, por lo tanto su dolor o problema, para él son normales.
Esta situación puede y debe ser tratada en su campo espiritual, los antiguas nos legaron instrumentos dentro de la religión yoruba, para hacerlo, a través de los Ebós y ofrendas específicas, que se vale del mismo principio aplicado a los países yorubas, que será “engañar” a los Àbíkú; mucho se puede mejorar y modificar, evidente que en algunos casos es irreversible después del nacimiento, pero cuando es detectado e informado al Babalorixa o Iyalorixa competente, por lo que fue descripto, la madre que pudiera llegar a tener un hijo Àbíkú, por medio de los ebos y ofrendas podrá evitar la venida de un ser deformado o con problemas serios, que en realidad, nada más es el retorno en forma de castigo de actos nuestros o de generaciones pasadas, de un proceso que nunca fue tratado o interrumpido.
De esta forma se ve que el aborto es una situación que trasciende la injerencia de las personas, pues es algo ligado directamente a la naturaleza, y consecuentemente a Su Creados, modificarla o escaparse de la ley del hombre, pero no a la ley Divina. Este es un hecho porque ninguna religión de la tierra permite el aborto.

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